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El auge de las zoonosis en humanos y la importancia de la sanidad ambiental

La viruela del mono, el auge de las zoonosis en humanos y la importancia de la sanidad ambiental

1 Junio, 2022

No hemos acabado todavía con la pandemia debida al virus de la COVID-19, cuando una nueva enfermedad vuelve a saltar a las noticias y a generar cierta alarma. Nos referimos, por supuesto, a la denominada viruela del mono. La OMS la define como una rara zoonosis viral, es decir, provocada por un virus que se trasmite de los animales a las personas; la cual produce síntomas parecidos a los que se observaban antiguamente en los afectados por la viruela clásica, erradicada en los años 80, aunque menos grave. De nuevo nos encontramos con una enfermedad zoonótica. ¿Qué está pasando? ¿Por qué parecen haberse vuelto más frecuentes las patologías trasmitidas por los animales al ser humano? Sobre las razones principales de este aumento y acerca de la importancia que la sanidad ambiental tiene sobre el seguimiento y control de este tipo de afecciones, hablaremos a continuación.

La viruela símica o del mono se detectó por primera vez en el ser humano en el año 1970 en la República Democrática del Congo, región en la que ya se había erradicado la viruela normal dos años antes. Desde ese momento, la mayoría de casos notificados han procedido de regiones rurales de la selva tropical entorno a la cuenca del río Congo y en África Occidental. Sin embargo, en 2003 se produjo el primer brote de la enfermedad fuera del continente africano, concretamente en EEUU. La mayoría de afectados americanos habían tenido contacto con perritos de las praderas domésticos que a su vez habían sido infectados por roedores africanos importados al país. Por tanto, en fases iniciales, la infección se produce por contacto directo con la sangre, los líquidos corporales o lesiones en piel y mucosas de animales infectados. Los roedores son considerados como los reservorios principales del virus. No es el caso del brote de España, donde se ha producido una transmisión secundaria, persona a persona, por contacto estrecho con secreciones e las vías respiratorias, con lesiones cutáneas o incluso con objetos contaminados por fluidos procedentes de personas infectadas.

Según la OMS, las zoonosis son responsables del auge de las enfermedades emergentes en los seres humanos, representando entorno al 75% de las surgidas en los últimos 40 años. En concreto, se estima que dos tercios de los patógenos trasmisibles entre personas son de origen zoonótico, es decir, han saltado desde los animales a las personas. Ejemplos de ellos son el virus del Zika, el virus del Nilo o la gripe A. Con respecto al SARS-CoV-2, responsable de la COVID-19, todavía existe controversia; pero se sigue apuntando al mercado de animales de Wuhan, China, como uno de los probables orígenes del mismo.

La transmisión zoonótica de enfermedades no es un fenómeno nuevo, se ha producido a lo largo de toda la historia de la humanidad. Sin embargo, ¿por qué parece que en las últimas décadas se han vuelto más relevantes para nuestra salud? Los expertos apuntan a varias razones. En líneas generales se culpa a la globalización y la movilidad internacional, tanto de personas como de animales y mercancías, que permite que un virus procedente de África llegue a cualquier parte del mundo en menos de 24 horas. Por supuesto, al cambio climático, que permite desarrollarse fuera de sus áreas de origen a múltiples vectores. También a la destrucción de ecosistemas y a la pérdida de biodiversidad. El ser humano cada vez invade más áreas naturales y entra en contacto directo con diferentes especies animales. El ingente comercio global de especies, también es claramente responsable. Por último, se puede citar al incremento exponencial de la población mundial y su concentración en grandes ciudades, puesto que los virus y demás patógenos necesitan de lugares densamente poblados para proliferar.

En toda esta problemática, la sanidad ambiental y el control de plagas pueden y deben desempeñar un gran papel. No sólo a la hora de controlar organismos clásicos capaces de transmitir enfermedades al ser humano, como las cucarachas o las ratas. También vigilando y gestionando las poblaciones de “recién llegados” como por ejemplo el mosquito tigre (Aedes albopictus), potencial vector de trasmisión de varias patologías. O interviniendo ante nuevos retos, como la proliferación y expansión de garrapatas debidas al cambio climático, con sus consecuentes enfermedades asociadas.