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29 Febrero, 2024
Como hemos dicho muchas veces, existen numerosas y variadas formas de combatir a las plagas, no sólo la aplicación de productos biocidas. Se trata de medidas alternativas que minimizan el uso de químicos, puestos que éstos tienen un significativo impacto ambiental y sobre la salud de las personas. Además, existe el problema de las resistencias, en las que insectos y roedores se vuelven “inmunes” a la acción de los biocidas. Por eso mismo, dichas alternativas son necesarias y, como sabemos, la tendencia es a priorizarlas frente a los tratamientos de desinsectación y desratización en los que se empleen productos químicos. Esto ocurre en todos los ámbitos, ya sea en el control de plagas urbanas, forestales o agrícolas. En este último sector, una práctica habitual para proteger a determinados cultivos del ataque de los insectos es el empleo de mallas o redes protectoras, que actúan como barreras de contención frente a las plagas, de una forma similar a como las mosquiteras previenen la entrada de moscas y mosquitos en viviendas o locales. Lo que no podíamos imaginar es que el color de estas mallas influyera decisivamente en la eficacia de las mismas. Lo vemos a continuación.
Un equipo de investigadores del Centro de Agricultura, Silvicultura y Pesca de la Prefectura de Kioto y de la Universidad de Tokio, en Japón, ha descubierto que el color de estas redes de protección es un factor determinante en su función disuasoria de plagas, más incluso que el propio tamaño de malla. Lo han comprobado evaluando la utilidad de las redes de diferentes colores (rojo, blanco, negro y en combinación de estos colores) frente a los denominados trips de la cebolla (Thrips tabaci), un insecto tisanóptero muy resistente a los insecticidas y que causa graves daños a una gran variedad de cultivos, bien por consumo directo de los vegetales o por transmisión de virus. Tanto en pruebas realizadas en laboratorio como en campo, comprobaron que las redes de color rojo fueron significativamente mejores para disuadir a estos insectos que las de otros colores.
En concreto, los investigadores probaron tres combinaciones de colores en los que se incluía el rojo: rojo-blanco, rojo-negro y rojo-rojo. Por otro lado, también analizaron la eficacia de redes combinadas de negro, blanco, y blanco y negro. Los tamaños de malla eran iguales para todas ellas, tres diferentes: 2 mm, 1 mm y 0,8 mm de diámetro respectivamente. Todas las redes que incluían fibras rojas fueron mucho más eficaces para “espantar” a los trips de la cebolla que las que contenían fibras negras o blancas. También probaron, en campo, diferentes niveles de cobertura de los cultivos con las mallas: sin cobertura, cobertura total, sólo cobertura superior o sólo cobertura lateral. Con ello se propusieron comprobar qué cantidad de insecticida se podía ahorrar con el uso de estas redes. Así, la parcela totalmente cubierta requirió la menor cantidad de químico y produjo cebollas de gran calidad. Las que estaban sólo cubiertas por su parte superior o lateral requirieron aplicaciones adicionales de biocida. En comparación con parcelas no protegidas, el empleo de redes con fibras rojas redujo la cantidad necesaria de aplicaciones de insecticida entre un 25% y un 50%.
¿A qué se debe este efecto del color rojo? Los científicos explican que simplemente es consecuencia de la propia percepción del color por parte de los insectos. La mayoría de ellos carecen de fotorreceptores en sus ojos que puedan captar el color rojo, por lo que les cuesta percibirlo. Por ello, las redes en realidad lo que están haciendo es invisibilizar a los cultivos que recubren, disminuyendo así la probabilidad de un ataque. Esto es así porque los autores del estudio llegaron a probar redes rojas con tamaños de mallas superiores a las del cuerpo del propio insecto. Aún así, éstas resultaron más eficaces que otras mallas convencionales, de color negro o blanco, con tamaños de malla inferiores.
Los investigadores afirman que el empleo de estas redes es, a corto plazo, más caro que la aplicación de insecticidas. Sin embargo, como pueden utilizarse durante años, a la larga resultan muy rentables, para proteger cultivos en huertas e invernaderos. Además, gracias al efecto del rojo, se pueden emplear tamaños de malla superiores, con lo que se facilita la transpirabilidad del cultivo, reduciendo las infecciones por hongos y favoreciendo la recepción solar.