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28 Junio, 2023
Ya sabemos de sobra que los insectos son uno de los grupos animales que mayor éxito evolutivo han tenido. Son el más diverso, con hasta un millón de especies diferentes descritas y estimándose entre 6 y 8 millones, las que aún quedan por descubrir. Además, estos artrópodos están presentes en la gran mayoría de ecosistemas que pueden encontrarse en la Tierra. Sin embargo, hay un medio que parece resistírseles, el marino. No es que no existan insectos en medios de agua salada, pero hasta ahora se conocen muy pocos ejemplos, casi excepciones. ¿A qué se debe que los insectos no hayan podido conquistar eficientemente mares y océanos? Una investigación, de la cual hablaremos a continuación, parecer haber dado con la respuesta.
Si se piensa en un insecto acuático, seguramente uno de los primeros que nos venga a la mente es el conocido como zapatero o zancudo, hemíptero heteróptero de la Familia Gerridae, el cual gracias a la producción de una secreción aceitosa en el extremo de sus patas, consigue deslizarse y desplazarse sobre la superficie del agua. Pero lo hace sobre agua dulce. Por tanto, sí que hay numerosos ejemplos de insectos que habitan, de forma completa o sólo en alguna de sus fases, masas de agua dulce. Sin embargo, en el medio marino existen muy pocos. Entre ellos se encuentran tres especies del Género Halobates: H. micans, H. sericeus y H. flaviventris. O por ejemplo también la denominada mosca alcalina o de la salmuera (Ephydra hians), capaz de sobrevivir en las aguas hipersalinas del lago Mono, en California (EEUU).
Un grupo de científicos de la Universidad Metropolitana de Tokio (Japón) ha llevado a cabo un trabajo de investigación donde proponen una hipótesis que trata de explicar la razón por la cual existen tan pocos insectos marinos o que habiten aguas salobres. Los resultados han sido publicados en un artículo de la revista Physiological Entomology. Para tratar de entenderlo, debemos recordar que los insectos se caracterizan por poseer un exoesqueleto duro y rígido, el cual deben mudar al completo para poder crecer y terminar de desarrollarse. En su superficie externa, está formado por una capa denominada cutícula, compuesta, entre otras sustancias, por quitina.
En el proceso de endurecimiento de esta armadura, los insectos emplean oxígeno molecular y una enzima denominada multicobre oxidasa-2 (MCO2). Según los autores del estudio, este proceso es muy efectivo en el medio terrestre, en presencia de oxígeno, mientras que resulta prácticamente imposible en el marino. Cuando los insectos se adaptaron al medio terrestre, desarrollaron un gen único que codifica la mencionada enzima, gracias a la cual pueden endurecer su cutícula utilizando el oxígeno. En concreto, MCO2 cataliza una reacción en la que el oxígeno molecular oxida unos compuestos específicos de la cutícula denominados catecolaminas, convirtiéndoles en agentes que unen y endurecen la superficie de la misma.
El problema que se encuentran los insectos en el ambiente marino para endurecer sus exoesqueletos se entiende mejor si lo comparamos con los crustáceos, un grupo animal con el que están estrechamente emparentados. Los crustáceos endurecen sus cutículas empleando el calcio del agua de mar, en lugar del oxígeno. Por esta razón, los investigadores creen que el proceso mediado por la MCO2 ha sido decisivo para su vida terrestre, donde les es más sencillo emplear el oxígeno para la formación de su exoesqueleto. El medio marino es un ambiente demasiado inhóspito para ellos, donde el material generado en el proceso de la MCO2 resulta demasiado liviano y ofrece menor protección. Los insectos se encuentran en clara desventaja en el medio marino, donde existen multitud de organismos claramente mejor adaptados.
Los autores del estudio reconocen que el proceso mediado por la MCO2 no es estrictamente necesario para la proliferación en el medio terrestre, puesto que los insectos no son los únicos artrópodos que han conquistado este ambiente. Sin embargo, sí creen que es una de las razones claras que explican su éxito en el entorno terrestre, tal es así que opinan que sin MCO2 no habría insectos. Esta curiosa investigación desvela uno de los puntos débiles de los prolíficos insectos. Esto es algo que a muchas personas seguro que alegrará, puesto que ya sólo faltaba que tuviéramos que combatir sus plagas también en el mar.