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17 Abril, 2019
Uno de los debates que afectan directamente al sector de la sanidad ambiental es el del uso de productos químicos para el control de plagas. ¿Qué es peor para la salud, sufrir una plaga de cucarachas o ratas, con todos los riesgos sanitarios que conlleva, o estar expuesto a los efectos del biocida que se emplee para erradicarla? En el ámbito profesional, esta controversia fue resuelta en gran medida hace unos años, gracias al Control Integrado de Plagas. Como sabemos, la aplicación de químicos es el último recurso, cuando ya se han agotado el resto de alternativas. Dicha aplicación, perfectamente justificada, deber realizarse además con el producto adecuado al organismo nocivo a combatir, con la dosis precisa y utilizando la técnica de aplicación más apropiada. Sin embargo, esta filosofía no se tiene en cuenta a la hora de realizar tratamientos de tipo casero o doméstico.
Por lo general, el riesgo de usar productos químicos es algo asumido por parte de los profesionales del sector de control de plagas. Cuando es necesario emplearlos, tomamos las medidas necesarias para minimizar cualquier afección a nuestra salud, al personal de las instalaciones donde se haga el tratamiento y al medio ambiente. Sin embargo, ocurre todo lo contrario en el ámbito doméstico, donde estos riesgos son despreciados. Esta situación no es un problema menor, dada la enorme cantidad de insecticidas, raticidas y otros biocidas que se emplean de manera privada. Y no sólo nos referimos al producto químico propiamente dicho, sino también a la gestión de todos sus envases, los cuales deberían ser tratados de una manera adecuada, ya que se trata de residuos peligrosos.
Ante este panorama nos preguntamos si es razonable que, mientras a los profesionales cada vez se nos limita más la utilización de biocidas, los productos domésticos puedan emplearse sin apenas restricciones. Con los requerimientos normativos actuales y los que están por llegar, ¿cuál será el futuro de este tipo de productos?
En primer lugar, antes de tratar de resolver esta cuestión, debemos dejar claras las principales diferencias que existen entre los llamados productos químicos domésticos y los profesionales. Concretamente, la resolución de autorización e inscripción en el registro de biocidas, de cada producto particular, indica la categoría de usuario que puede aplicarlo. Dicha resolución los diferencia en tres categorías distintas:
Otro aspecto importante a tener en cuenta es que un biocida autorizado para el público en general y otro que lo está para personal especializado, pueden pertenecer a una misma familia de biocidas (insecticidas, rodenticidas, protectores para madera, acaricidas, etc.) y por lo tanto estar destinados a controlar un mismo tipo de organismo diana. A pesar de ello pueden diferenciarse en cuanto a su composición, eficacia, persistencia, palatabilidad, capacidad de los envases, etc.
Pero, ¿es el tipo de biocida empleado el único factor que influye a la hora de eliminar satisfactoriamente una plaga? ¿Cuál será el futuro de todos los productos de ámbito doméstico? Contestaremos a estas preguntas en el próximo artículo.