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Desarrollan un programa militar para propagar virus mediante insectos

Usan insectos plaga para propagar virus en cultivos

24 Octubre, 2018

Muchos de los insectos y demás artrópodos de los que solemos hablar en esta sección, pueden catalogarse como plagas, al ser potenciales vehículos de transmisión de virus, bacterias y otros patógenos. A través de ellos, pueden propagarse diversos tipos de enfermedades que pueden afectar al hombre, a los animales o a las plantas, generando graves consecuencias. Por esa razón, se invierten ingentes cantidades de dinero al año en todo el mundo para tratar de combatirlos. Sin embargo, un programa militar desarrollado en EEUU pretende hacer justamente lo contrario, potenciar y emplear a estos insectos vectores para un determinado fin. La iniciativa, más propia de un argumento de ciencia ficción, no está exenta de polémica.

Científicos de EEUU, pertenecientes a la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA), dependiente precisamente del Departamento de Defensa del país norteamericano, están investigando con insectos modificados genéticamente para convertirlos en propagadores de virus. Su objetivo es inducir cambios en el ADN de los cultivos, para así tratar de protegerlos frente a sequías, heladas, plagas o cualquier otro tipo de ataque. En la actualidad existen hasta cuatro proyectos diferentes dentro de la iniciativa, denominada Insect Allies, cada uno de los cuales investiga con un patógeno concreto, virus o bacteria; un insecto determinado y un cultivo diana.

Para entender cómo funcionan, nos centraremos en uno de estos proyectos en concreto, liderado por científicos de la Universidad de Pensilvania. Este equipo está investigando la posibilidad de utilizar virus del Género Begomovirus, agentes infecciosos que afectan a multitud de plantaciones, entre ellas algunas de gran importancia como el tomate, para proteger al cultivo de las condiciones meteorológicas adversas. Tras neutralizar la carga viral del virus, se añadiría a su genoma determinados genes vegetales que manifiesten rasgos como tolerancia al frío o a la sequía. Para propagar este “virus transgénico”, se estudia la posibilidad de utilizar una de las plagas del tomate, la mosca blanca (Aleyrodidae). Lógicamente estos insectos plaga también estarán modificados genéticamente para evitar los daños al cultivo. Este último aspecto está mucho más desarrollado en la actualidad, puesto que existen algunas experiencias que han empleado ya a insectos modificados para, por ejemplo, el control biológico de plagas.

La gran ventaja de este proyecto es la velocidad de reacción, puesto que sus creadores buscan el desarrollo de una tecnología que dé una respuesta rápida, permitiendo la dispersión de genes para proteger a las plantas en el momento en que lo necesiten y una vez plantadas. Hasta ahora, las variedades de cultivos mejorados necesitaban años para su desarrollo. Con esta iniciativa, las plantaciones modificadas genéticamente serán prácticamente instantáneas.

Sin embargo, un grupo de biólogos europeos ve con preocupación el desarrollo de esta iniciativa estadounidense. En un artículo conjunto publicado en la revista Science, alertan sobre los riesgos que supone la puesta en práctica del programa Insect Allies. A pesar de que el uso de este tipo de tecnología puede tener muchos aspectos positivos, los autores del escrito afirman que también puede emplearse para un fin más oscuro, que no es otro que la guerra biológica. Estos insectos modificados pueden convertirse fácilmente en un arma discreta y muy difícil de ser rastreada.

Según explican, esta tecnología puede usarse para infectar a los cultivos de un enemigo potencial, provocando la muerte de las plantas o su esterilización. El ataque pasaría desapercibido hasta que no se empezaran a notar los primeros efectos. Los expertos contrarios al programa también critican que se usen insectos para la dispersión de los virus y bacterias, cuando existen a día de hoy técnicas mecánicas mucho más fáciles de seguir y controlar. El proyecto en cuestión, puede ser además el punto de partida para que otros países empiecen a desarrollar estrategias similares, en una especie de carrera armamentística biológica.