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Los plaguicidas sistémicos en el ojo del huracán por afectar a las abejas

Plaguicidas Sistémicos Neonicotinoides Abejas

30 Junio, 2014

Un grupo internacional de científicos independientes, el Task Force on Systemic Pesticides, asesor de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha dado a conocer estos días un informe que asegura que los plaguicidas sistémicos representan una grave amenaza global para la diversidad biológica. Mediante un meta-análisis, se ha revisado durante cuatro años toda la literatura científica disponible hasta el momento, más de 800 estudios publicados. En él se concluye que hay evidencias claras de que el uso de estas sustancias representa un riesgo grave, no sólo para las abejas y demás insectos polinizadores, sino también para otros invertebrados como las lombrices de tierra, así como para todos los grupos de vertebrados.

Los plaguicidas sistémicos, en concreto los llamados neonicotinoides (clotianidina, tiametoxam o imidacloprid, entre otros) y el fipronil (un fenilpirazol), objetos de este estudio, son productos que tienen la propiedad, no sólo de pasar a través de la epidermis de las hojas, sino que, además, se incorporan a la savia distribuyéndose por toda la planta. La ventaja que presentan es que pueden llegar a contrarrestar parásitos localizados en las partes del vegetal que no están al alcance del producto en el tratamiento.

El problema de su utilización reside en los restos tóxicos que quedan en el néctar y polen de las flores de los cultivos tratados, que además generan polvos tóxicos en el momento de la siembra, así como exudados peligrosos y residuos en el suelo que pueden ser absorbidos por el siguiente cultivo.

Su acción neurotóxica ataca el sistema nervioso de los insectos. En el caso concreto de las abejas, hace que pierdan el sentido de la orientación, no pudiendo regresar a las colmenas, causando además parálisis e incluso su muerte. Este hecho llevó el año pasado a que la Comisión Europea prohibiese el uso y la comercialización de semillas tratadas con productos fitosanitarios que contuvieran clotianidina, tiametoxam o imidacloprid cuando se tratara de semillas de cultivos atractivos para las abejas o de semillas de cereales, exceptuando los cereales de invierno y las semillas usadas en invernaderos.

Y es que la preocupación por el problema de la disminución de las poblaciones de abejas, y por extensión las de otros polinizadores, crece por momentos, como demuestra la gran cantidad de artículos publicados últimamente en los diferentes medios de comunicación. Un ejemplo de ayer mismo en el diario El País bajo el título “Hacia un mundo sin abejas”.

Varias son las posibles causas de esta paulatina desaparición de las abejas: el uso de estos plaguicidas, determinados patógenos, extensión de los monocultivos, el cambio climático. El estudio identifica el empleo de los neonicotinoides como principal factor, en contra de la opinión interesada de las empresas productoras de plaguicidas apoyadas por parte de la comunidad científica.

De todas estas causas, quizá la más fácilmente abordable sea la aplicación de insecticidas sistémicos. Por eso, los autores piden a las autoridades reguladoras que emprendan medidas de restricción de su uso más severas, planeen con el tiempo su retirada o al menos planifiquen una fuerte reducción a nivel mundial.

Nos encontramos, por tanto, con unos niveles de controversia similares a los que hicieron que en los años 70 se prohibiera el uso del DDT y demás insecticidas organoclorados. Habrá que ver qué decisiones toman las autoridades competentes al respecto, pero nuevamente se pone de manifiesto la importancia de desarrollar adecuadas estrategias de Control Integrado de Plagas, en las que la aplicación de productos químicos sea sólo una posible parte del proceso, y no la única acción a desarrollar. 

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