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Plagas rurales: la mosca perrera

Moscas perreras, plaga de verano en muchas zona rurales de España

24 Julio, 2018

Muchas personas que durante todo el año habitan en grandes ciudades, eligen entornos rurales para pasar sus vacaciones. Sea el pueblo de nacimiento, familiar, de adopción o un destino turístico, lo que se suele buscar en estos ambientes es la tranquilidad. Sin embargo, hay elementos que pueden perturbar drásticamente la paz de estos lugares; y no nos referimos a las fiestas patronales. Se trata de las poblaciones de insectos y otros artrópodos como moscas, mosquitos, avispas, pulgas o garrapatas. Su presencia puede provocarnos molestias y/o picaduras, que alterarán notablemente el descanso. En el siguiente artículo vamos a hablar de un bicho en concreto, algo desconocido, pero que perfectamente puede ocupar los puestos más altos en cuanto a incordios rurales.

Este insecto posee diversos nombres comunes, que varían según la región geográfica en la que nos encontremos. En general suele denominarse mosca del caballo, mosca borriquera, mosca piojo, mosca garrapata o mosca perrera. Todos ellos se refieren a un mismo grupo de dípteros de la Familia Hippoboscidae. En España, son especies comunes Hippobosca equina, Lippoptena cervi o Melophagus ovinusEstas moscas son muy características. De forma rechoncha y deprimida, su cabeza es de pequeño tamaño y aparece como incrustada en el tórax, con antenas cortas alojadas en un surco dorsal. De ahí que su aspecto recuerde, en cierta manera, a una garrapata. El tórax suele presentar una mancha central cuneiforme. Las alas miden entre los 6,5 y los 8 mm de envergadura. Las uñas de sus patas aparecen recurvadas, para poder sujetarse a pelos o plumas. El abdomen no presenta segmentación aparente.

Su comportamiento, muy identificativo, es lo más molesto de ellas. De actividad diurna, realizan vuelos cortos y por mucho que tratemos de espantarlas, regresan una y otra vez. Muchas veces quedan en reposo, posadas sobre la ropa, de tal forma que podemos meterlas al interior de las viviendas sin darnos cuenta. Otras veces se enredan en el pelo, o se meten detrás de las orejas, convirtiendo su presencia en una auténtica pesadilla. Suelen ser bastante resistentes, por lo que no sucumben tan fácilmente a los manotazos que podamos propinarlas.

Uno de los aspectos más importantes es su condición de “parásitos” obligados, puesto que ambos sexos necesitan alimentarse de sangre para completar su desarrollo. Para ello disponen de aparato bucal picador. Cada picadura puede durar hasta 15 minutos, y como no pueden almacenar la sangre, la operación puede repetirse en numerosas ocasiones. Hay que tener en cuenta que su vida la realizan prácticamente sobre su hospedador. Atacan normalmente a grandes mamíferos domésticos como caballos, burros, ovejas, vacas, etc.; también a animales silvestres como ciervos o corzos. Pueden afectar además a aves, perros y seres humanos.

Estas moscas son muy frecuentes, por tanto, en aquellas zonas donde abunda el ganado. Por el contrario, en aquellos pueblos que hace décadas sufrieron despoblación, y que actualmente permanecen como destinos turísticos estivales, parecen cosa del pasado. Sin embargo, en los últimos años, estas moscas han vuelto a hacer su aparición en gran número, sobretodo en algunas regiones del interior peninsular. Esto es consecuencia de la proliferación de animales silvestres; especialmente ciervos, gamos, corzos y jabalíes, cuyas poblaciones son consideradas como una plaga en muchas zonas.

La importancia sanitaria de las moscas perreras radica en que a través de sus picaduras pueden transmitir una serie de agentes patógenos en mamíferos y aves, como por ejemplo protozoos causantes de filariasis. En el caso del hombre, esta posibilidad es menos probable. Además de las molestias provocadas, si llegan a picarnos, pueden producir bastante dolor e irritación cutánea.

Hay pocas alternativas para luchar contra estos insectos tan molestos. En las explotaciones ganaderas se recomienda la limpieza frecuente de las instalaciones, retirando las camas de paja donde suelen acumularse sus pupas. También pueden llevarse a cabo tratamientos químicos específicos para este tipo de instalaciones. Con respecto a aquellas moscas ligadas a los ungulados silvestres, la reducción de sus numerosas poblaciones en determinadas regiones, podría incidir a su vez en la disminución del número de moscas. Para evitar que se nos acerquen, se puede echar mano de repelentes, aunque no resultan demasiado eficaces. Por tanto, parece que no queda otra que armarse de paciencia y tratar de convivir en verano con estas moscas rurales.