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Origen y efectos de la plaga de cotorras en España

Origen, evolución y efectos de la plaga de cotorras en España

22 Junio, 2018

No faltan ejemplos de especies exóticas invasoras que se han instalado en España. Algunas de ellas pasan más desapercibidas, aunque sus efectos negativos sean considerables, como el mejillón cebra o la hormiga argentina. Otras, crean una gran alarma social allí donde se han instalado, como ocurre con la conocida avispa asiática. Sin embargo, el caso que nos ocupa es algo distinto, puesto que su asentamiento se ha realizado a lo largo de varias décadas, por lo que nos hemos ido acostumbrando a su presencia; a pesar de haber supuesto un cambio notable en el paisaje urbano. Nos referimos a las cada vez más abundantes cotorras.

Gran parte de estas ruidosas aves que pueden verse en muchas ciudades españolas, son ejemplares de cotorra argentina (Myiopsitta monachus) seguida de la menos abundante cotorra de Kramer (Psittacula krameri). Según el censo elaborado por SEO/BirdLIfe en el año 2015, se estimaron unos 20.000 individuos de la primera especie en España; siendo Madrid, Barcelona y Málaga las provincias con mayor presencia. Con respecto a la cotorra de Kramer, el citado censo estipuló una población de unos 3.000 ejemplares, destacando Sevilla como una de las zonas más afectadas.

Pero, ¿cómo es posible que se hayan originado estas poblaciones tan abundantes? Expertos de la Universidad de Málaga han rastreado su origen y han llegado a la conclusión de que la causa de la elevada presencia de cotorras en nuestro país es el comercio legal de especies exóticas. Según los datos manejados por los expertos, desde el año 1986 hasta el 2015, se importaron a España más de un millón de psitácidas, aves de la familia de los loros. De éstas, unas 190.000 fueron cotorras argentinas, procedentes de Uruguay y Argentina; mientras que unos 63.000 ejemplares de la de Kramer llegaron desde Pakistán y Senegal. En el año 2013 se prohibió la venta de estos pájaros en España, por lo que su comercio legal cesó.

Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Adquiridas como mascotas, las cotorras fueron liberadas de manera accidental o intencionada por sus propietarios. Una vez libres, se han adaptado perfectamente a las condiciones ambientales de nuestro país, viviendo a costa de los recursos que les ofrecemos los seres humanos. La inacción de las autoridades, desde que se detectaron los primeros individuos en libertad, y la ausencia de una estrategia de control de sus poblaciones, han permitido su proliferación. Que animales en cautivad prosperen de una forma tan excepcional se debe a que la mayor parte de los ejemplares de cotorra importados a España fueron capturados directamente de la naturaleza en sus regiones de origen, por lo que no perdieron su capacidad de supervivencia. Las cotorras argentinas son consideradas una auténtica plaga para la agricultura en Sudamérica.

La existencia de cotorras exóticas genera graves consecuencias para el entorno. En el caso de las numerosísimas cotorras argentinas no es muy difícil determinar su incidencia en las poblaciones de aves autóctonas, por competencia directa en la obtención de recursos y en la ocupación del espacio urbano disponible. Además, las argentinas causan daños importantes en los árboles en los que anida; cedros y plátanos de sombra son sus favoritos. También representan un peligro para la seguridad vial por el peso de sus voluminosos nidos. Sin embargo, es con las más discretas cotorras de Kramer donde se ha podido comprobar y cuantificar realmente su efecto ecológico. Investigadores del CSIC han observado los efectos de estas aves sobre una población del murciélago más grande de Europa, el nóctulo gigante (Nyctalus lasiopterus); concretamente la que habita en el Parque de María Luisa, en Sevilla. Estas cotorras, a diferencia de sus primas argentinas, nidifican en el interior de huecos de árboles o de estructuras humanas; por lo que llegan a atacar a los murciélagos para expulsarlos y apropiarse de dichos huecos. Los científicos han comprobado que en 14 años, en el citado parque, ha disminuido un 81% el número de árboles ocupados por nóctulos, especie protegida como todos los murciélagos en España.

Estudios como éste deberían servir como revulsivo definitivo para que las autoridades competentes tomen cartas en el asunto y empiecen a aplicar ya las estrategias más adecuadas para, en primer lugar, tratar de frenar la expansión de las cotorras. De no ser así, la plaga de estas aves seguirá aumentando y afectando cada vez más a nuestra biodiversidad.